Algunos padres experimentan la angustia del “nido vacío” cuando los hijos empiezan a abandonar el hogar. Javier, en cambio, sufre el trauma del “nido repleto”: nadie se va de casa.
Utilizamos cookies propias y de terceros para mejorar
nuestros servicios y ofrecerle una mejor experiencia de navegación.
Si continúa navegando consideramos que acepta su uso.
Más informaciónAcepto